En papel Arte.
Cansada de entregarle a mi mamá en sus cumpleaños tarjetas impresas en serie con muñequitos de los cachetes ruborizados (que no tiene nada de malo, solamente no va conmigo) decidí, por qué no, entregarle una tarjeta hecha por mí guardando la esperanza de que valiera más la intención que el regalo. A pesar de mis dudas, el resultado no estuvo para nada mal y entonces me entusiasmé. Mis siguientes tarjetas fueron experimentos en papel, y es que en verdad no tenía ni idea de lo que hacía; algunos eran tremendos, otros verdaderos fiascos, la verdad es que mi espíritu seguía siendo ¡que valga la intención!. Pronto fui ganando interés, y con él, seriedad. Entonces entré en un curso de tarjetería en pergamino caladas a mano, que era la sensación del momento (hablo de 1976). Después de un mes de aprendizaje recibí mi primer pedido de tarjetas. Una niña de mi colegio me pidió tarjetas para su cumpleaños 18 y yo, con la emoción del primer pedido, las hice todas y le pedí 40 mil pesos a cambio. Grande fue mi decepción cuando la niña no solo no me pagó sino que tuvo el descaro de pedirme más.
Después de esta gran decepción no volví a mirar a las tarjetas hasta que entré a estudiar arquitectura en la universidad. Ahí fue cuando las susodichas regresaron, y como todo buen regreso fue a lo corriente. No tenía gran mercado, las ganancias me daban sí mucho para las fotocopias, y sin embargo mi gusto por las manualidades me impedía dejarlas. Fue ese mismo gusto el que me trajo hoy, con la ayuda de mi hijo, porque eso si jamás hubiera podido entender eso de las cuestiones del "blog", al internet.
Dejo de llenarles los oídos con mis palabras y ojalá les guste lo que con mucha dedicación y paciencia hago.
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